Un desayuno ligerito es requisito imprescindible antes de emprender nuestro viaje. Su serpenteante carretera de montaña esconde vistas espectaculares, pero también más de una parada si aquellos que viajan son propensos a marearse.
Después de haber pasado por puestos de melones y sandias y, cómo no, de pelotas de golf de segunda mano de esas que se “escapan” de los numerosos campos de la zona, y tras haber dejado atrás una fuente con agua fresquita y clara procedente de la sierra, hay una desviación que nos lleva al primer pueblo Pitufo del mundo: Júzcar.
Entre oteros se divisan las casitas azules, antes blancas, de este pequeño pueblo de la Serranía de Ronda que, en los últimos meses, ha visto más gente en sus calles que en toda su historia.
Quizás por eso, lo del aparcamiento no está aún consolidado y hay que buscar un hueco donde dejar el coche. Algo que se te olvida cuando vez la cara de los niños.
Bares Pitufos, un mercadillo los fines de semana y una tienda permanente han traído a este pueblo de empinadas callejuelas la magia de estos simpáticos dibujos.
Los productos relacionados con esos pequeños seres azules son mucho más baratos que en otros lugares temáticos, algo que es de agradecer con la que está cayendo, y merece la pena ver, junto a su pequeña Iglesia, una exposición de pitufos entre las setas propias de la zona.
La “pitupared” donde los visitantes ponen sus nombres se ha quedado pequeña.
Ahora habrá que esperar a después de las elecciones cuando en referendum el pueblo decida si sigue siendo azul o vuelve a vestirse de blanco.
TEXTO: M. Ordóñez. FOTOS: Sony